
A medida que México se adentra en el 2024, se enfrenta a una realidad alarmante: el 60.45% de nuestro territorio experimenta niveles de sequía, de acuerdo con la Comisión Nacional del Agua (Conagua). Esta situación destaca la urgente necesidad de abordar la gestión del agua, especialmente en el sector agrícola, que es responsable del consumo del 76% del agua disponible en el país. Más alarmante aún es que más del 57% de esta agua se considera desperdiciada debido a métodos de riego ineficientes y sistemas anticuados, empujando a México hacia el temido Día 0, cuando el agua podría dejar de ser accesible.

El riego por gravedad o inundación en México es un ejemplo claro de estas prácticas ineficientes. Esta técnica ancestral es ampliamente utilizada por la mayoría de los productores locales (93% del uso del agua es por este método) , principalmente por ser la más económica en términos de implementación inicial. El método consiste en llenar los campos de cultivo con agua, permitiendo que se distribuya por el terreno mediante la gravedad. Aunque su simplicidad y bajo costo de infraestructura son atractivos, la técnica es extremadamente ineficiente en términos de conservación de agua.
La razón principal por la que el riego por inundación es tan ineficaz radica en su incapacidad para dirigir el agua específicamente a las raíces de las plantas donde más se necesita. Gran parte del agua se pierde por evaporación, escorrentía y filtración excesiva en el suelo, mucho antes de que pueda ser absorbida por las plantas. Esta falta de precisión no solo resulta en un enorme desperdicio de agua sino que también puede conducir a la sobre-saturación del suelo, afectando negativamente la salud de los cultivos.
Además, el riego por inundación requiere grandes volúmenes de agua para ser efectivo, lo que agrava aún más la situación de escasez. La eficiencia de uso del agua con este método puede ser menor al 40%, lo que significa que más de la mitad del agua utilizada se desperdicia.

En contraste, Brasil ha diversificado sus métodos de riego, reduciendo su dependencia del riego por inundación a solo el 42%, tras realizar inversiones significativas en tecnología e infraestructura. A pesar de poseer la mayor reserva de agua dulce del mundo y una extensión de tierra agrícola mayor que México, Brasil ha optimizado su uso del agua en la agricultura, implementando métodos como:
Riego por surcos (6%): Consiste en dirigir el agua a través de pequeños canales excavados entre las filas de cultivos, lo que permite una distribución más dirigida y eficiente del agua.
Riego por aspersión (22%): Utiliza sistemas de aspersores para distribuir el agua sobre los cultivos en forma de lluvia, lo que mejora la cobertura y reduce la pérdida por evaporación.
Riego por pivote central (23%): Un sistema automatizado que rota alrededor de un pivote central, proporcionando un riego uniforme y controlado, ideal para grandes extensiones de tierra.
Riego localizado (6%): Incluye técnicas como el goteo, donde el agua se entrega directamente a la base de la planta o cerca de las raíces, maximizando la eficiencia del agua y minimizando el desperdicio.
Estas inversiones no solo han permitido a Brasil reducir su dependencia del riego por inundación sino también aumentar la productividad agrícola y la sostenibilidad del uso del agua.
¿Cómo puede México diversificar sus técnicas de riego?
Para México, adoptar un enfoque similar requerirá inversiones significativas en tecnología de riego, capacitación de agricultores y reformas políticas que promuevan prácticas de riego más eficientes. Es crucial identificar las áreas y los cultivos que se beneficiarían más de cada técnica específica. Por ejemplo:
Riego por aspersión y pivote central podría ser más adecuado para cultivos extensivos como maíz y trigo en las vastas planicies del norte de México.
Riego localizado o por goteo sería ideal para cultivos de alto valor en regiones con escasez de agua, como los estados del norte que producen vegetales y frutas para la exportación.
La transición hacia métodos de riego más eficientes no solo ayudará a mitigar el riesgo del Día 0 sino que también permitirá a México mejorar la productividad y sostenibilidad de su sector agrícola. Es imperativo que tanto el gobierno como el sector privado colaboren para facilitar esta transformación, asegurando que México pueda gestionar sus recursos hídricos de manera más efectiva y asegurar un futuro más próspero y sostenible para las generaciones venideras.
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